17 septiembre 2010

Atardeceres.

Siempre me gustaron los aterdeceres. No necesito como "El Principito" estar "verdaderamente triste". De hecho, igual que el fondo del mar, el atardecer me deja exhausta, plena, sin ningún pensamiento concreto y sobre todo muy relajada.
Puedo contemplar mil y una puesta de sol, sonreír, llorar, gozar, deleitarme, disfrutar... pero nunca, nunca me aburre un atardecer.
Por eso siempre es tan necesario y recurrente en mi vida poder contemplar un atardecer.
Este es del mes de julio, en la Sierra. Fue una foto al azar y sobre todo otro embriagador momento de paz, de esos que de vez en cuando necesito recordar para sentirme tranquila.

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