26 agosto 2010

Contorsionismo

Como soy contorsionista nadie le da importancia a mi cuerpo cuando se encuentra en posición relajada.
Empecé de manera casi fortuita, alguien me pidió algo y yo doblé mi espalda rápidamente para alcanzarla. Desde entonces comencé a arquearme para llegar cada vez más rápido, de forma más ágil y gradualmente mi cuerpo se adaptó a las peticiones de aquellos que me pedían algo un poco más difícil.
Aquí, allí y si te estiras aun puedes llegar más.
Pude arquear la espalda, doblar la piernas, engarzar mis pies y mis manos en piruetas impensables para nadie y siempre, siempre con una sonrisa.
Pero el precio de que todos vean cómo llego, y sonrío mientras llego y que de ésto hago un arte no es otro que el que nadie aprecie que mi cuerpo cuando se relaja.
Así pues, el día que dejé de torcerme por entero y explicar que me había torcido un tobillo me miraron escépticos esperando que volviese a la posición que ellos creían natural, que me girase para verme, que me torciera como siempre.
Quienes se hicieron a la idea de verme doblada en posiciones extremas hay no puede apreciar que mi cuerpo relajado también es parte mía. Quienes se acercaron sólo para aplaudir en el espectáculo jamás se acercaron a preguntar si me dolía algo, les bastó festejar mi postura y olvidar cómo llegué a ella.
Creo empezaré a dejar de hacer contorsionismo me hago mayor y ya no llego a tanto. Yo también necesito un cuerpo relajado.

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