27 agosto 2010

"Nunca me ha pegado, sin motivo, nunca"

Lo afirmaba, no era inventado, ni había duda en sus palabras. Es sólo que ella estaba convencida que la vida es así, que el matrimonio tenía esos inconvenientes y que lo que hacía especial a su pareja y distinto de su padre era eso precisamente: "sin motivo".
Los motivos podían ser diversos: si la comida no estaba buena, si ella quería salir y él estaba cansado, alguna vez no muchas por un enfado con su jefe, nunca por que vistiese provocativa, de hecho desde aquella vez que fueron novios y él se enfadó nunca más se pudo tirantes para salir a la calle. Y así mantuvo su matrimonio, fiel, callada, obediente, respetuosamente asustada y con la justificación adecuada de los actos que otros nos pudieran parecer escandalosos.
Pero en sus ojos, a demás de miedo y pena había sinceridad. Algo de disculpa y un pequeño anhelo de que su vida no hubiera sido así.
Me callé, no tenía palabras para sostener esa afirmación "Nunca me ha pegado, sin motivo nunca".

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