Los motivos podían ser diversos: si la comida no estaba buena, si ella quería salir y él estaba cansado, alguna vez no muchas por un enfado con su jefe, nunca por que vistiese provocativa, de hecho desde aquella vez que fueron novios y él se enfadó nunca más se pudo tirantes para salir a la calle. Y así mantuvo su matrimonio, fiel, callada, obediente, respetuosamente asustada y con la justificación adecuada de los actos que otros nos pudieran parecer escandalosos.
Pero en sus ojos, a demás de miedo y pena había sinceridad. Algo de disculpa y un pequeño anhelo de que su vida no hubiera sido así.
Me callé, no tenía palabras para sostener esa afirmación "Nunca me ha pegado, sin motivo nunca".
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